A toda la Iglesia que peregrina en la Diócesis de Matamoros, ¡Paz y bien!
Muy queridos hermanos y hermanas:
Muy queridos hermanos y hermanas:
La fiesta de la Navidad que celebramos cada año es una magnífica ocasión para acrecentar en nosotros las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Cada una de estas virtudes tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino.
El nacimiento del Redentor en el portal de Belén acrecienta, sin duda, nuestra fe en este Dios que por amor nos ha dado a su Hijo Jesucristo como el Salvador de toda la humanidad; así lo expresa el apóstol san Juan: “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Esta salvación Cristo la lleva a cabo por medio de una vida de entrega que culmina con su pasión, muerte y resurrección. Contemplemos en esta Navidad al Dios con nosotros, al Emmanuel; adorémoslo como el Dios hecho hombre que, indefenso como un niño, nos expresa, con ternura e inocencia, su infinito amor por cada uno de nosotros.
Las promesas que Dios nos ha dado por medio de Jesucristo, deberán suscitar en nuestros corazones una gran esperanza. Nos afligen, es cierto, situaciones de tristeza y dolor, no vemos con claridad la solución a la maldad que reina en el mundo; la inseguridad y los hechos delictivos rompen constantemente el tejido social. Sin embargo, en cada Navidad vuelve aparecer un rayo de esperanza a nuestro alrededor, ya que la llegada del Salvador trae consigo la alegría y la paz a los hombres de buena voluntad (cfr. Lc 2,14). Tengamos una firme esperanza que Jesús, el recién nacido, arrancará el velo de lágrimas y oprobio que cubre el rostro de todos los pueblos, el velo que cubre a todas las naciones (cfr. Is 25,6-9). El bien triunfará sobre el mal, tengamos la esperanza de que Jesús reine, tarde o temprano, como el verdadero Príncipe de la paz.
La celebración de Navidad, por otra parte, deberá aumentar nuestro amor a Dios y al prójimo. Recordemos que Dios es amor y que el mensaje que Jesús vino a traer al mundo se centra, fundamentalmente, en el mandamiento del amor. Por ello, como un buen compromiso de estas fiestas, hagamos realidad el precepto del amor, pongamos en práctica el resumen del decálogo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27). Si favorecemos en la familia y en cada espacio de convivencia humana un ambiente de amor, de manera particular entre los más pobres, el deseo de felicidad que expresamos en estas fechas, será una realidad a lo largo de todo el año. Que María, la Virgen Madre, ilumine nuestra fe, aliente nuestra esperanza e inflame nuestra caridad. Así sea.
Con mis mejores deseos para todos.
¡FELIZ NAVIDAD
Y UN AÑO NUEVO 2012
PLENO DE PAZ Y DEL AMOR DE DIOS!
Mons. Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros
Comentarios