Porque la salvación está ahora más cerca de nosotros (Rm 13,11).
Iniciamos un nuevo año litúrgico y con esto un tiempo especial de gracia, un tiempo en el que la actitud del verdadero cristiano es el gozo, el cual debe sobresalir por sobre todas las cosas, ya que la venida del Señor está cerca. El Adviento es, por tanto, un tiempo muy rico en la vida de la Iglesia que nos ayuda a prepararnos para el nacimiento de nuestro Salvador.
1. Es un tiempo de reflexión y esperanza en el que la Palabra de Dios nos ira conduciendo por medio de una preparación que se puede vivir de manera exterior, a través de todos los cambios que dentro de la liturgia vamos a ir viviendo, así como también un preparación interior, de nuestro propio Belén, es decir, de preparar nuestro corazón para que Jesús nazca en el. Busquemos el acercamiento a la Palabra de Dios, especialmente con la Lectio Divina.
2. La vivencia de este tiempo se fundamenta en una atenta escucha a la invitación que nos hace el profeta Isaías, la de escuchar la voz que proclama: “preparen el camino del Señor” (Is 40,3), de forma que nuestra preparación inmediata, debe asemejarse a la preparación remota, esto es que nuestra vida sea un continuo Adviento, una continua espera en la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo. Impulsemos la reflexión de la Palabra de Dios de forma especial en las pequeñas comunidades.
3. El llamado de Juan el Bautista, que invita a la conversión, es aquel que se refería el mismo Isaías como la voz que prepara el camino del Señor (cfr. Mt 3,2-3), y que nos invita también a nosotros a preparar la venida del Hijo de Dios hecho carne. De forma que el Adviento también tiene su dimensión misional, es decir, nos invita a llevar la Buena Nueva de Cristo a todos aquellos que nos rodean y prepararnos para la Parusía. No claudiquemos en la misión permanente saliendo a visitar los hogares, proclamando la alegría de ser discípulos.
4. Es una buena oportunidad de vivir este tiempo en Familia desde la oración, la caridad, la ayuda a los más necesitados y así poder recorrer juntos el camino de Adviento hasta llegar al encuentro del Salvador. Por eso los invito a que elevemos nuestros corazones en este Adviento diciendo ¡Ven Señor Jesús!, convencidos de que es imagen de la preparación a la Segunda Venida de Nuestro Salvador y así vivamos la experiencia que nos acerca al encuentro con el Señor; dejando que el Dios-con-nosotros, el Rey de la Paz, nazca en nuestro Belén. Promovamos las reuniones familiares en oración, siendo una oportunidad para hacerlo en la Corona de Adviento.
Iniciamos un nuevo año litúrgico y con esto un tiempo especial de gracia, un tiempo en el que la actitud del verdadero cristiano es el gozo, el cual debe sobresalir por sobre todas las cosas, ya que la venida del Señor está cerca. El Adviento es, por tanto, un tiempo muy rico en la vida de la Iglesia que nos ayuda a prepararnos para el nacimiento de nuestro Salvador.
1. Es un tiempo de reflexión y esperanza en el que la Palabra de Dios nos ira conduciendo por medio de una preparación que se puede vivir de manera exterior, a través de todos los cambios que dentro de la liturgia vamos a ir viviendo, así como también un preparación interior, de nuestro propio Belén, es decir, de preparar nuestro corazón para que Jesús nazca en el. Busquemos el acercamiento a la Palabra de Dios, especialmente con la Lectio Divina.
2. La vivencia de este tiempo se fundamenta en una atenta escucha a la invitación que nos hace el profeta Isaías, la de escuchar la voz que proclama: “preparen el camino del Señor” (Is 40,3), de forma que nuestra preparación inmediata, debe asemejarse a la preparación remota, esto es que nuestra vida sea un continuo Adviento, una continua espera en la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo. Impulsemos la reflexión de la Palabra de Dios de forma especial en las pequeñas comunidades.
3. El llamado de Juan el Bautista, que invita a la conversión, es aquel que se refería el mismo Isaías como la voz que prepara el camino del Señor (cfr. Mt 3,2-3), y que nos invita también a nosotros a preparar la venida del Hijo de Dios hecho carne. De forma que el Adviento también tiene su dimensión misional, es decir, nos invita a llevar la Buena Nueva de Cristo a todos aquellos que nos rodean y prepararnos para la Parusía. No claudiquemos en la misión permanente saliendo a visitar los hogares, proclamando la alegría de ser discípulos.
4. Es una buena oportunidad de vivir este tiempo en Familia desde la oración, la caridad, la ayuda a los más necesitados y así poder recorrer juntos el camino de Adviento hasta llegar al encuentro del Salvador. Por eso los invito a que elevemos nuestros corazones en este Adviento diciendo ¡Ven Señor Jesús!, convencidos de que es imagen de la preparación a la Segunda Venida de Nuestro Salvador y así vivamos la experiencia que nos acerca al encuentro con el Señor; dejando que el Dios-con-nosotros, el Rey de la Paz, nazca en nuestro Belén. Promovamos las reuniones familiares en oración, siendo una oportunidad para hacerlo en la Corona de Adviento.
Faustino Armendáriz Jiménez
IV Obispo de Matamoros
IV Obispo de Matamoros
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