Pbro. Lic. Martín Ortega Banda
¿Cómo tiene lugar el descubrimiento de una persona? ¿Por qué nos fijamos en ella? ¿Qué notas concretas entran a formar parte a la hora de elegir mujer o marido? Uno de los libros más interesantes sobre este tema es el del poeta árabe Ibn Hazm "El collar de la paloma". En él se describen las causas del amor: “de todas las causas del amor la forma más importante es la hermosura física(…), la belleza es un incentivo irresistible que ha puesto en trance de caer incluso a los mismos profetas; la belleza constituye acaso la condición indispensable del amor, pero no es el amor mismo(…). En el enamoramiento se produce el secreto de la atracción, que está en la afinidad que hay entre ellas, lo afín, la comunidad de especie, la mutua simpatía. El verdadero amor consiste en una elección espiritual y una función de las almas.”
Platón unió para siempre los conceptos de amor y belleza, al considerar que esta última es algo esencialmente subjetivo, de ahí que puedan existir tantos estilos y formulas de la misma. Cada hombre descubre uno o varios ángulos de ella, y por su forma de ser selecciona los que parecen más interesantes o sugerentes. En el banquete afirma Platón que “el amor es filosofo”, en la medida que invita a buscar la sabiduría y aquello que es mejor para el hombre.
Se ha dicho que el hombre es un animal amoroso. Yo creo que el amor es lo que da sentido a la vida humana, su verdadero fin. Por eso podríamos decir mejor que el hombre es un animal amoroso. En la vida actual hay sed de amor. Se habla mucho de amores, en plural, y poco de amor en singular, con la profundidad y la grandeza que este debe tener. El hombre moderno vive bajo la amenaza de la deshumanización; incluso puede perder su más genuina condición en esta selva decadente que se desliza hacia una era del vacío y del absurdo.
Enamorarse es encontrarse con la persona con la que uno quiere compartir la vida. Pero caeríamos en la utopía si pensáramos que el enamoramiento funciona de modo automático, que una vez que se ha producido todo continúa fácilmente, de forma natural. No, no es así. Toda pretensión humana suele llevarse acaba de manera deficiente, de ahí la necesidad de corregir, pulir, limar, retocar y reconducir. Y esto sucede también en el amor entre un hombre y una mujer. Hay que aspirar al mejor amor posible, poniendo en dicha empresa lo mejor que uno tiene. Casi nunca se llega en la vida a conseguir un amor pleno, pero hay que intentarlo cueste lo que cueste.
No se puede vivir sin amor. Lo que hay que hacer es tener en el corazón un amor grande y luchar por alimentarlo, para que crezca y arrope nuestras vidas. Esto no se consigue si no es con muchos esfuerzos pequeños, realizados a diario, con insistencia y dedicación. Se busca el bien y se alcanza cuando se ama; y se ama cuando se quiere al bien del otro, lo mejor para esa otra persona. En inglés y en francés hay dos palabras -fall y tomber, respectivamente- que significan “caída”. Al principio se cae en el amor; es como una especie de revelación que obliga a otra lectura del pasado y dilata en positivo el porvenir; un estado de ánimo nuevo descrito magistralmente por Denis de Rougemont en su libro el amor. Ya Platón había hablado de “locura divina” para referirse a ese estado naciente, a esa manifestación novedosa que es primicia y promesa: el estreno de una relación representa frescura y sorpresa, pero también ofrenda hacia el futuro vínculo de compromiso para compartirlo todo.
Con el amor emergen de forma gradual los sentimientos de armonía, orden interno y serenidad festiva. Es un tiempo delicioso que uno desearía detener; suma y comprendió de lo mejor que uno ha vivido. Todo enamoramiento verdadero implica una trasformación personal importante. Se abre la puerta a lo mejor; se entra en un estado de plenitud, en el que uno queda cautivado mentalmente.
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