En las últimas semanas las tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur y sus aliados (especialmente Estados Unidos) han aumentado de manera importante. Como reacción a las sanciones de Naciones Unidas debidas a un tercer ensayo nuclear, el régimen de Kim Jong-un endureció el discurso belicista. Recordó que técnicamente todavía existe un estado de guerra entre las dos Coreas (no se ha firmado ningún armisticio todavía) y que los ejercicios conjuntos de Corea del Sur y Estados Unidos, en los que actualmente participan más de 10 mil efectivos de los dos países, son un “flagrante atentado contra el socialismo, la independencia y la soberanía”. Éstos, según declaraciones del líder norcoreano, son considerados actos de guerra, por lo que sugirió la posibilidad de mandar misiles con carga nuclear a Seúl y a bases norteamericanas en el Pacífico. Adicionalmente, Corea del Norte cerró la entrada a trabajadores surcoreanos al parque industrial que las dos Coreas mantienen en la zona desmilitarizada.
Las declaraciones de los funcionarios de Pyongyang han sido interpretadas de dos maneras. La primera es que el endurecimiento de la retórica de Kim Jong-un busca presionar al nuevo gobierno de Seúl para conseguir su apoyo en la reducción de las sanciones de Naciones Unidas, y para obtener ayuda humanitaria por parte de los Estados Unidos. Las recientes declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, William Hague, parecen coincidir con esta interpretación, pues afirmó que no había evidencia de que se estuvieran reuniendo ejércitos al lado norte de la frontera entre las dos Coreas. Cuando Kim Jong-un declaró que, en el caso de guerra, no sería capaz de asegurar la seguridad de las embajadas extranjeras establecidas en la capital Pyongyang, Hague decidió no sacar al personal diplomático.
Sin embargo, el mismo Hague, Ban Ki-moon, los Estados Unidos y China, entre otros, se encuentran preocupados por la virulencia del discurso belicista y cómo éste podría inducir a Corea del Norte a un “cálculo equivocado” acerca de su capacidad para vencer en un conflicto regional. La segunda interpretación de las declaraciones de Kim Jong-un ven en éstas un cambio cualitativo en la política de Corea del Norte, producto de su aislacionismo exacerbado por las últimas sanciones internacionales y del poder que da entrar al grupo de naciones con capacidad balística nuclear. Como precaución a esta opción, los Estados Unidos se preparan para una posible agresión balística o de otro tipo.
El próximo 11 de abril se cumplirán 50 años de la publicación de la Encíclica Pacem in Terris, del papa beato Juan XXIII. Es realmente increíble que después de cinco décadas, todavía nos encontremos preocupados por una crisis internacional que pueda desbordarse. En su tiempo, la Encíclica fortaleció un entorno de diálogo que hizo posible la eventual solución pacífica de la crisis de los misiles rusos en Cuba. Los líderes de Estados Unidos y la URSS apreciaron su lenguaje razonable y dirigido a los hombres de buena voluntad.
Pacem in Terris es uno de los frutos más acabados de los afanes que los cristianos, especialmente los pontífices, siempre han tenido por lo que ahora llamamos “bien común internacional”. En efecto, autores como Fray Francisco de Vitoria y otros miembros de la Escuela de Salamanca, establecieron las bases de las Relaciones Internacionales al argumentar que la dignidad de la persona tiene implicaciones sociales en la comunidad supranacional. El respeto a la persona implica definir los problemas nacionales en clave de problemas comunes. La comunidad de estos problemas viene que los hombres compartimos un origen, naturaleza y fin, marcados indeleblemente por la creación de Dios y la redención de Jesucristo. Y esto se manifiesta en la existencia real de derechos y obligaciones tanto de naciones como de individuos.
Los problemas actualmente presentes en Corea del Norte podrían reducirse si verdaderamente los líderes de las naciones, y cada uno de nosotros, pensáramos en las posibles consecuencias de nuestras acciones en la comunidad de naciones.
Francisco Porras.
Doctor en Política y Estudios Internacionales por la Universidad de Warwick (Reino Unido). Coordinador de la División de Ciencias Sociales y Jurídicas del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV); francisco.porras@cisav.org
Las declaraciones de los funcionarios de Pyongyang han sido interpretadas de dos maneras. La primera es que el endurecimiento de la retórica de Kim Jong-un busca presionar al nuevo gobierno de Seúl para conseguir su apoyo en la reducción de las sanciones de Naciones Unidas, y para obtener ayuda humanitaria por parte de los Estados Unidos. Las recientes declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, William Hague, parecen coincidir con esta interpretación, pues afirmó que no había evidencia de que se estuvieran reuniendo ejércitos al lado norte de la frontera entre las dos Coreas. Cuando Kim Jong-un declaró que, en el caso de guerra, no sería capaz de asegurar la seguridad de las embajadas extranjeras establecidas en la capital Pyongyang, Hague decidió no sacar al personal diplomático.
Sin embargo, el mismo Hague, Ban Ki-moon, los Estados Unidos y China, entre otros, se encuentran preocupados por la virulencia del discurso belicista y cómo éste podría inducir a Corea del Norte a un “cálculo equivocado” acerca de su capacidad para vencer en un conflicto regional. La segunda interpretación de las declaraciones de Kim Jong-un ven en éstas un cambio cualitativo en la política de Corea del Norte, producto de su aislacionismo exacerbado por las últimas sanciones internacionales y del poder que da entrar al grupo de naciones con capacidad balística nuclear. Como precaución a esta opción, los Estados Unidos se preparan para una posible agresión balística o de otro tipo.
El próximo 11 de abril se cumplirán 50 años de la publicación de la Encíclica Pacem in Terris, del papa beato Juan XXIII. Es realmente increíble que después de cinco décadas, todavía nos encontremos preocupados por una crisis internacional que pueda desbordarse. En su tiempo, la Encíclica fortaleció un entorno de diálogo que hizo posible la eventual solución pacífica de la crisis de los misiles rusos en Cuba. Los líderes de Estados Unidos y la URSS apreciaron su lenguaje razonable y dirigido a los hombres de buena voluntad.
Pacem in Terris es uno de los frutos más acabados de los afanes que los cristianos, especialmente los pontífices, siempre han tenido por lo que ahora llamamos “bien común internacional”. En efecto, autores como Fray Francisco de Vitoria y otros miembros de la Escuela de Salamanca, establecieron las bases de las Relaciones Internacionales al argumentar que la dignidad de la persona tiene implicaciones sociales en la comunidad supranacional. El respeto a la persona implica definir los problemas nacionales en clave de problemas comunes. La comunidad de estos problemas viene que los hombres compartimos un origen, naturaleza y fin, marcados indeleblemente por la creación de Dios y la redención de Jesucristo. Y esto se manifiesta en la existencia real de derechos y obligaciones tanto de naciones como de individuos.
Los problemas actualmente presentes en Corea del Norte podrían reducirse si verdaderamente los líderes de las naciones, y cada uno de nosotros, pensáramos en las posibles consecuencias de nuestras acciones en la comunidad de naciones.
Francisco Porras.
Doctor en Política y Estudios Internacionales por la Universidad de Warwick (Reino Unido). Coordinador de la División de Ciencias Sociales y Jurídicas del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV); francisco.porras@cisav.org
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