En la audiencia que, el día 22 de marzo de
2013, concedió al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa
Francisco quiso exponer de nuevo los motivos por los que ha elegido ese nombre.
Como sabemos, lo ha hecho pensando en San Francisco de Asís.
De este Santo, tan conocido y venerado en todo
el mundo, el nuevo Papa ha querido subrayar en primer lugar la opción de San
Francisco por la pobreza. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha venido
prestando a los pobres una ayuda afectiva y efectiva. También en estos tiempos
de crisis económica, sólo en las organizaciones caritativas de la Iglesia han
encontrado auxilio muchos pobres de este mundo. Junto a ellos hay que mencionar
a los enfermos, los huérfanos, los desalojados de sus casas y
los marginados de mil maneras.
Pero el Papa nos recuerda que hay también hay
otra pobreza. Es la pobreza espiritual
que caracteriza a nuestro tiempo: la pobreza del individualismo y esa
“dictadura del relativismo que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone
en peligro la convivencia entre los hombres”.
Esta es la segunda razón del nombre elegido por
el Papa. Como San Francisco de Asís desea el nuevo Papa colaborar a construir la paz. Esa utopía es difícil
pero posible. Quienes traten de conseguirla, no pueden olvidar los elementos
fundamentales de la paz: “No hay verdadera paz sin verdad. No puede haber
verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede reclamar
siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo tiempo del bien de
los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser
humano en esta tierra”.
El Papa Francisco afirma que para lograr la paz es preciso promover el diálogo entre las personas, los
pueblos y las religiones “de modo que cada uno pueda encontrar en el otro no un
enemigo, no un contendiente, sino un hermano para acogerlo y abrazarlo”.
Seguramente estas palabras recordarán el célebre discurso pronunciado por Pablo
VI en la sede de las Naciones Unidas, de Nueva York.
En este contexto el Papa Francisco afirma
también que “es importante intensificar la relación con los no creyentes, para
que nunca prevalezcan las diferencias que separan y laceran, sino que, no
obstante la diversidad, predomine el deseo de construir lazos verdaderos de
amistad entre todos los pueblos”.
He ahí los tres puntos de referencia del camino
al que el Papa invita a los gobernantes de la tierra y a todos los ciudadanos:
“la lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y
construir puentes”.
Y para recordar todavía a San Francisco de
Asís, nos dice que hemos de aprender de
él “un profundo respeto por toda la creación, la salvaguardia de nuestro medio
ambiente, que demasiadas veces no lo usamos para el bien, sino que lo
explotamos ávidamente, perjudicándonos unos a otros”. La paz universal no puede
lograrse cuando la explotación de la naturaleza afecta sobre todo a los más
pobres de la tierra.
José-Román Flecha, publicado en el Diario de León.
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