«Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34,7).
Las palabras del salmista las hacemos nuestras desde el momento en el
que también nosotros estamos llamados a ir al encuentro de las diversas
situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven tantos hermanos
y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de
“pobres”. Quien ha escrito esas palabras no es ajeno a esta condición,
sino más bien al contrario. Él ha experimentado directamente la pobreza
y, sin embargo, la transforma en un canto de alabanza y de acción de
gracias al Señor. Este salmo nos permite también hoy a nosotros,
rodeados de tantas formas de pobreza, comprender quiénes son los
verdaderos pobres, a los que estamos llamados a dirigir nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.
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