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XXV aniversario sacerdotal de Mons. Jorge Luis Roque Pérez


Pbro. Lic. Alán G. Camargo Muñiz

Tuve oportunidad de entrevistar a Mons. Jorge Luis en su oficina, ubicada en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, donde actualmente es párroco. Atento y elocuente comparte su vida y obra a lo largo de 25 años de sacerdote.

Cuéntenos sobre dónde nació, dónde estudió en sus primeros años. Su ingreso al Seminario.
Nací a 25 kilómetros de Matamoros, en el Poblado Anáhuac, Tamaulipas que pertenece al Municipio de Valle Hermoso, un primero de enero de 1959, es decir, hace 52 años y medio. Allí viví mis primeros años para luego, empezar el Kinder en Río Bravo y también los estudios de Primaria. Luego, la Secundaria la estudié en Monterrey, Nuevo León. Terminada esta etapa, sentí el llamado de Dios e ingresé al Seminario de Monterrey. Para ese entonces, mi familia ya estaba viviendo en Monterrey. Al terminar Preparatoria me di cuenta que de derecho, yo pertenecía a la Diócesis de Matamoros, pero de hecho, pues estaba viviendo en Monterrey.

Sobre su familia, ¿qué nos puede decir?
Somos una familia que en la actualidad podemos decir, numerosa. Siete hijos, 5 varones y dos mujeres y mis padres que aún viven. Soy el tercero de los siete.

La etapa del Seminario, ¿algún recuerdo?
Para mí, una etapa muy bonita. Estudié el Seminario Menor y la Filosofía en el Seminario de Monterrey y luego fui a México a estudiar Teología a la Universidad Pontificia de México (1982), luego de un año de magisterio en Matamoros (Parroquia San Francisco de Asís). Fui aceptado por la Diócesis, gracias a Don Sabás Magaña García (+), segundo Obispo diocesano. En ese entonces, estaba de Rector del Seminario Mons. Roberto Ramírez.

¿Cuándo fue la ordenación sacerdotal?
Me ordenaron sacerdote en la Parroquia de San Felipe de Jesús, en el Poblado Anáhuac, Tamaulipas un 9 de agosto de 1986. Muy contento, pues recuerdo vinieron a mi ordenación amigos de estudio desde México y Monterrey.

¿Cómo ha sido su ministerio sacerdotal?
Fíjate que es interesante, porque mi ministerio ha sido en ese concepto eclesial de Iglesia peregrina. Y me refiero que mi primer año de sacerdote estuve en México terminando la licenciatura en Derecho Canónico con experiencias en varias Parroquias en el Distrito Federal. Después llegué a la Diócesis al Obispado, como Vicecanciller. Luego de dos años, me fui de párroco a Reynosa, a la Parroquia de San Francisco de Asís, donde estuve cinco años, para luego irme a Roma, Italia, a estudiar el doctorado en Derecho Canónico. Al regreso de Roma, llego a la Rectoría de San Felipe de Jesús, en Matamoros; después como Vicario Judicial en el Obispado. Luego, me integré a la Universidad Pontificia de México como profesor durante 9 años completos, como director de la licenciatura en Derecho. En ese tiempo tuve oportunidad de escribir varios libros, el último publicado el año pasado titulado: "La Santa Sede y el Estado Ciudad Vaticano en el contexto internacional de las Naciones".

¿Cuáles serían algunas satisfacciones en 25 años de sacerdote?
Mira, he sido feliz como sacerdote, y si algo ha marcado mi vida ha sido la docencia. He dado y sigo dando clases en el Seminario de Matamoros, Monterrey y México, DF. Más de la mitad de mi vida sacerdotal me la he pasado dando clases. Como satisfacciones, los cinco libros escritos y los numerosos artículos publicados en revistas a nivel internacional, el poder trascenderme a mí mismo. Y por otra parte me siento completo porque he sido párroco y he servido a la Diócesis en varias encomiendas. Al celebrar los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía, es fabuloso ver la conversión de la gente. Todos esto, son experiencias inenarrables.

¿Qué recomendaría a los sacerdotes jóvenes?
Algo que fui entendiendo en los primero años de vida sacerdotales, era la insistencia de los retiros espirituales cada mes en el Seminario. La oración, el ayuno, la penitencia. Y creo que, si en la tierna edad, como neopresbítero, le damos sentido a ello, no vamos a batallar el día de mañana. Y como canonista te lo digo, muchos fracasos como sacerdotes son precisamente por esa falta de atención a la oración, a los retiros, a la comunión, a la participación en la Diócesis con tus hermanos sacerdotes, y eso hace que te vayas automarginando.

Mons. Roque, hemos vivido como Iglesia y sociedad la pérdida de un hermano sacerdote, el Padre Marco Antonio.
Es un tema que todavía necesitamos tiempo para irlo asimilando. Pero quiero distinguir unos detalles. El hecho que necesitemos tiempo para asimilar esta manera tan abrupta como nos fue arrebatado nuestro hermano en el presbiterio, nos hace reflexionar a la vez y a la par, si sobre esta estructura social, de pecado, injusta, que de alguna manera le hemos llamado "cultura de la muerte"; pero precisamente, es uno de los retos de la Iglesia católica en México. Me llamaba mucho la atención la tibieza de nuestras autoridades, que quisiera decir que a lo mejor no van a la par, o se confunden un poco con la fortaleza de las instituciones, para poder entonces, hacer lo que siempre hacían nuestros profetas, anunciar la buena nueva, pero también denunciar las injusticias. Porque no podemos hablar del amor de Dios sin antes, poner las bases de la justicia. Lo digo con esta frase, la justicia es la expresión mínima del amor. Entonces se tiene que hablar fuertemente y denunciar el caos, la injusticia, la prepotencia, la falta de autoridad y no me refiero sólo a la falta de autoridad civil, sino también eclesial. Quiero recordar que si leemos el Antiguo Testamento hasta Juan el Bautista, ninguno de nuestros profetas eran muy seguidos, pues tocaban temas fuertes, y que también la mayoría terminaban asesinados. Y así como a Juan el Bautista se le cortó la cabeza, a nuestro Señor Jesús lo crucificamos, a final de cuentas.

Mensaje e invitación finales.
Buscar la justicia y la paz. Y además, invitarles a la celebración de acción de gracias, que la comunidad de Fátima organiza para el próximo sábado 13 de agosto de 2011 a las 12 pm, con motivo del sacerdocio en mi vida en este tiempo de 25 años, en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en Matamoros. Todos están invitados.


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