Pbro. Lic. Martín Amaya Hernández
En esta ocasión deseo tratar el aspecto de los sacrificios que el pueblo de Israel ofrecía a Dios diariamente, en donde se fundamenta la recitación de los salmos por la mañana y por la tarde en la liturgia de las horas, a las que les llamamos laudes y vísperas.
El Oficio Divino es la oración de la Iglesia, es la parte de la liturgia que santifica las horas del día por medio de la oración, es la oración que practicaba Jesús y es una celebración plenamente cristiana en donde se actualiza el misterio salvífico de Cristo. Jordi Pinell, afirma que: “el hábito de orar en determinados momentos del día, por la mañana y por la tarde, trasciende fenomenológicamente la religión judía y la costumbre cristiana, se remonta a una religión natural”. Guiados por el pensamiento de este conocedor de la liturgia quiero exponer algunos presupuestos bíblicos de esta celebración de la Iglesia, ya que la liturgia de las horas tiene sus fundamentos más profundos en la Sagrada escritura, en ella podemos encontrar numerosos elementos religiosos y cultuales de los judíos en el Antiguo Testamento. Pero no olvidemos, como lo menciona Joaquín Jeremías en su obra “la priere quotidienne”, Jesús ha nacido de un pueblo que sabía orar”, por lo tanto sabemos que Jesús es un maestro de la oración y es a él a quien imitamos cuando recitamos los salmos y participamos en la celebración de la liturgia de las horas actualizando con esta oración el misterio histórico-salvífico de Cristo.
La hora de oración en el ámbito religioso-cultual en los cuales Jesús estaba involucrado se daban por la mañana y por la tarde que era la hora de los holocaustos, el texto fundamental que refiere la institución de los holocaustos perpetuos es aquel de Ex. 29,38-42:
“he aquí lo que has de ofrecer sobre el altar: dos corderos primales cada día, perpetuamente. Ofrecerás un cordero por la mañana y el otro entre dos luces; y con el primer cordero, una décima de medida de flor de harina, amasada con un cuarto de sextario de aceite de oliva molida, y como libación un cuarto de sextario de vino. Ofrecerás el otro cordero entre dos luces; lo ofrecerás con la misma oblación que a la mañana y con la misma libación, como calmante aroma de manjar abrasado en honor de Yahvé, en el holocausto perpetuo de generación en generación, ante Yahvé, a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde me encontrare contigo, para hablarte allí”.
Otro texto que complementa esta información lo tenemos en Núm. 28,3-8:
Les dirás: Éste será el manjar abrasado que ofreceréis a Yahvé: “corderos de un año, sin defecto, dos al día, como holocausto perpetuo. Uno de los corderos lo ofrecerás en holocausto por la mañana, y el otro cordero entre dos luces; y como oblación una décima de medida de flor de harina, amasada con un cuarto de sextario de aceite virgen.
En ambos textos podemos encontrar el sentido cultual del pueblo de Israel, que se realizaba por la mañana y por la tarde, el inicio se daba por la tarde, al terminar la última luz del día comenzaba la nueva jornada, los holocaustos eran iguales y uniformes como estructura, pero sus nombres distintos muestran que su origen pertenece a un genero cultual diverso: el holocausto de la mañana es llamado fillat shahar y el de la tarde es llamado minhah ha-´erev (la biblia de Jerusalén lo traduce como “ofrenda u oblación de la tarde”) según Dn. 9,21; Esd. 9,4. Esto es de suma importancia si tomamos en cuenta el texto de Gen. 4,1-5, en donde se habla de los sacrificios ofrecidos a Dios por Caín y Abel, que además de la rica simbología que se narra podemos encontrar los dos tipos de sacrificios ofrecidos a Dios, el de los pastores nómadas y el de los agricultores sedentarios. El profeta Amós ve en la oblación de vegetales el influjo del culto cananeo (4,5) pero ya en el libro de Núm. 15,1-21 podemos descubrir este ritual en el templo.
La ritualización de los dos sacrificios diarios indica un esfuerzo de concordia y representatividad en el quehacer integral de un pueblo en donde nunca se sustituía la agricultura por la ganadería. El sacrificio de oblación vegetal por la tarde representaba el trabajo agrícola y el sacrificio cruento de la mañana era ofrecido por los pastores, entre los dos se realizaba el sacrifico cruento y la oblación.
Todo lo dicho anterior mente me hace fundamentar la afirmación de que la oración de la liturgia de las horas en el templo y en las sinagogas en tiempos de Jesús se funda esencialmente en la costumbre de los dos sacrificios diarios del pueblo de Israel.
Un elemento de la oración que se recitaba por la mañana y por la tarde en los sacrificios diarios era el ”Shemá Israel”, del cual hablaremos la próxima ocasión.
Comentarios