Jorge Enrique Mújica, LC
A esta nueva Comisión, dependiente ahora exclusivamente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le preceden tres Comisiones Eclesiásticas que investigaron los hechos (1982-1984; 1984-1986; 1987-1990). La tercera comisión aportó la declaración, hecha pública por la entonces Conferencia Episcopal de Yugoslavia, el 10 de abril de 1991. En ella se afirma que «no puede afirmarse que se esté tratando de apariciones sobrenaturales y revelaciones».
Al presente, miles de personas acuden a Medjuogorje constatándose un ardiente fervor mariano, un numeroso cultivo de los sacramentos, especialmente de la confesión, y no pocas conversiones. La afluencia de fieles ha precisado la necesidad de atenderlos pastoralmente.
¿Qué aportan las apariciones marianas a la fe de los católicos y qué importancia tienen? ¿Son dogmas de fe? ¿Cuál es el proceso que ordinariamente se siguen para confirmar su autenticidad?
La doctrina de la Iglesia distingue entre «revelación pública» y «revelación privada». La primera designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia; esa revelación vale para todos los tiempos y para todos los hombres: está completa y cerrada tras la muerte del último de los apóstoles. La segunda se refiere a visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento. Su función no es la de «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en cierta época de la historia. La «revelación pública» exige nuestra fe para salvarnos y, por eso, se convierte en dogma. La «revelación privada» es una ayuda para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente. Como ayuda, no es obligatorio hacer uso de la misma ni se puede imponer. En este sentido deben entenderse las aportaciones de las apariciones marianas.
En las apariciones aprobadas, ¿qué ha pedido la Virgen María para que vivamos mejor el Evangelio? Los denominadores comunes son las llamadas a la conversión, a la vivencia de la caridad, al aumento de las obras de misericordia; la exhortación a una vida caracterizada por el seguimiento de Cristo a través del aumento de la práctica sacramental o el rezo del Rosario.
Toda «revelación privada» está sujeta al examen y juicio de la Iglesia. La antropología teológica distingue tres posibles tipo de percepción: 1) la visión externa corpórea, 2) la percepción interior y 3) la visión espiritual. El lenguaje que los videntes usan para describir lo percibido es simbólico, no fotográfico. Expresan «lo visto» de acuerdo a sus propias capacidades. La interpretación de las visiones corresponde a la Iglesia.
La milenaria experiencia de la Iglesia ha recomendado la prudencia respecto al tema de las apariciones. Ésta debe primero investigar y ver si lo sucedido está de acuerdo con toda la verdad de la fe custodiada y promovida por su Magisterio, así como denunciar los errores y prevenir abusos.
Las peregrinaciones oficiales a Medjugorje, entendidas como un lugar de apariciones auténticas, no pueden ser organizadas a nivel parroquial o diocesano. Sin embargo, mientras no se declara la certeza de que los hechos no sean de carácter sobrenatural, se puede permitir la afluencia de fieles a los lugares pero no en calidad de peregrinaciones, que precisarían reconocimiento.
En principio, corresponde al obispo del lugar investigar los hechos y tomar las oportunas medidas para declarar o no su autenticidad. Puede remitir un caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe si es necesario. En el análisis de una supuesta aparición se toma en cuenta: 1) la persona del vidente, 2) el contenido, 3) su naturaleza, 4) la finalidad. Un criterio decisivo importante en la verificación son los milagros.
Tras un análisis competente, una «aparición» puede entrar dentro de las siguientes categorías: dudosas, falsas, falsas y fraudulentas y aprobadas por la Iglesia. Si es la segunda o la tercera, el obispo debe tomar disposiciones para que no se permita el culto público. La aprobación eclesiástica de una aparición no garantiza la autenticidad de todas las palabras de los videntes.
Con ocasión del 30 aniversario de las supuestas apariciones de Medjugorje, ofrezco este texto de análisis que fue originalmente publicado en la revista Misión.
El miércoles 17 de marzo de 2010 el Papa constituyó una Comisión Internacional para la investigación sobre las supuestas apariciones marianas de Medjugorje, en la diócesis de Mostar-Duvno, en Bosnia. Según se afirma, a partir de 1981 seis niños (hoy ya adultos) comenzaron a ver a la Virgen María, de la que han recibido secretos y mensajes.
A esta nueva Comisión, dependiente ahora exclusivamente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le preceden tres Comisiones Eclesiásticas que investigaron los hechos (1982-1984; 1984-1986; 1987-1990). La tercera comisión aportó la declaración, hecha pública por la entonces Conferencia Episcopal de Yugoslavia, el 10 de abril de 1991. En ella se afirma que «no puede afirmarse que se esté tratando de apariciones sobrenaturales y revelaciones».
Al presente, miles de personas acuden a Medjuogorje constatándose un ardiente fervor mariano, un numeroso cultivo de los sacramentos, especialmente de la confesión, y no pocas conversiones. La afluencia de fieles ha precisado la necesidad de atenderlos pastoralmente.
¿Qué aportan las apariciones marianas a la fe de los católicos y qué importancia tienen? ¿Son dogmas de fe? ¿Cuál es el proceso que ordinariamente se siguen para confirmar su autenticidad?
La doctrina de la Iglesia distingue entre «revelación pública» y «revelación privada». La primera designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia; esa revelación vale para todos los tiempos y para todos los hombres: está completa y cerrada tras la muerte del último de los apóstoles. La segunda se refiere a visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento. Su función no es la de «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en cierta época de la historia. La «revelación pública» exige nuestra fe para salvarnos y, por eso, se convierte en dogma. La «revelación privada» es una ayuda para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente. Como ayuda, no es obligatorio hacer uso de la misma ni se puede imponer. En este sentido deben entenderse las aportaciones de las apariciones marianas.
En las apariciones aprobadas, ¿qué ha pedido la Virgen María para que vivamos mejor el Evangelio? Los denominadores comunes son las llamadas a la conversión, a la vivencia de la caridad, al aumento de las obras de misericordia; la exhortación a una vida caracterizada por el seguimiento de Cristo a través del aumento de la práctica sacramental o el rezo del Rosario.
Toda «revelación privada» está sujeta al examen y juicio de la Iglesia. La antropología teológica distingue tres posibles tipo de percepción: 1) la visión externa corpórea, 2) la percepción interior y 3) la visión espiritual. El lenguaje que los videntes usan para describir lo percibido es simbólico, no fotográfico. Expresan «lo visto» de acuerdo a sus propias capacidades. La interpretación de las visiones corresponde a la Iglesia.
La milenaria experiencia de la Iglesia ha recomendado la prudencia respecto al tema de las apariciones. Ésta debe primero investigar y ver si lo sucedido está de acuerdo con toda la verdad de la fe custodiada y promovida por su Magisterio, así como denunciar los errores y prevenir abusos.
Las peregrinaciones oficiales a Medjugorje, entendidas como un lugar de apariciones auténticas, no pueden ser organizadas a nivel parroquial o diocesano. Sin embargo, mientras no se declara la certeza de que los hechos no sean de carácter sobrenatural, se puede permitir la afluencia de fieles a los lugares pero no en calidad de peregrinaciones, que precisarían reconocimiento.
En principio, corresponde al obispo del lugar investigar los hechos y tomar las oportunas medidas para declarar o no su autenticidad. Puede remitir un caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe si es necesario. En el análisis de una supuesta aparición se toma en cuenta: 1) la persona del vidente, 2) el contenido, 3) su naturaleza, 4) la finalidad. Un criterio decisivo importante en la verificación son los milagros.
Tras un análisis competente, una «aparición» puede entrar dentro de las siguientes categorías: dudosas, falsas, falsas y fraudulentas y aprobadas por la Iglesia. Si es la segunda o la tercera, el obispo debe tomar disposiciones para que no se permita el culto público. La aprobación eclesiástica de una aparición no garantiza la autenticidad de todas las palabras de los videntes.
Apariciones Marianas Autorizadas por la Iglesia
Nombre/Lugar/Vidente
El Pilar, España, Santiago apóstol
El Rosario, Santo Domingo de Guzmán
Virgen del Carmen, San Simón Stock
Virgen de Guadalupe, México, San Juan Diego
Laus, Francia, Benoite Rencurel
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Francia, Santa Catalina Laboure
La Salette, Francia, Melanie C. y Maximin G.
Lourdes, Francia, Santa Bernardita Soubirous
Fátima, Portugal, sor Lucía y los beatos Jacinta y Francisco Marto
El Rosario, Santo Domingo de Guzmán
Virgen del Carmen, San Simón Stock
Virgen de Guadalupe, México, San Juan Diego
Laus, Francia, Benoite Rencurel
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Francia, Santa Catalina Laboure
La Salette, Francia, Melanie C. y Maximin G.
Lourdes, Francia, Santa Bernardita Soubirous
Fátima, Portugal, sor Lucía y los beatos Jacinta y Francisco Marto
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