Pbro. Lic. José Luis Cerra Luna
No es un camino fácil, pero sí bellísimo, tanto por el insuperable entorno natural y cultural por el que el peregrino avanza kilómetro a kilómetro hacia Santiago, como también por los procesos internos que el Espíritu Santo es capaz de suscitar en los corazones a lo largo de tantas horas esfuerzo y cansancio, de silencio y soledad, de encuentros y contemplación; asimismo es una experiencia de fraternidad, en la que peregrinos de todo el mundo se reconocen miembros de una sola familia, estrechándose profundos y sinceros lazos.
Los presbíteros Jorge Adalberto Villanueva Morales, Margarito Salazar Cárdenas, Rodolfo Castillo Elías y José Luis Cerra Luna, todos de la Diócesis de Matamoros, así como nuestro amigo Mario Villarreal, laico de Monterrey, hemos tenido el privilegio de injertarnos en este hermoso árbol de la más genuina tradición católica, participando de su riqueza. Seguramente cada uno de nosotros podría compartir muchísimas vivencias, pues el Camino es una experiencia profundamente personal; coincidimos, sin embargo, en algunos puntos: por un lado, el Camino nos ha unido como hermanos, miembros de una verdadera familia presbiteral, lo cual quisiéramos proyectar a todos nuestros hermanos sacerdotes y de alguna manera hacerles partícipes sus frutos; por otro lado, hemos tenido una intensión clara, caminamos ofreciendo nuestra peregrinación por la paz en nuestra Diócesis; hemos orado y hemos dado cada paso para “que la paz prevalezca en la tierra”, como decía un pequeño poste en Fisterre, la parte más occidental de Europa y muchos siglos considerado el final del mundo. Llegamos a Santiago de Compostela con la bandera mexicana y hemos abrazado la imagen del Apóstol también con ella.
Durante siglos el Camino de Santiago ha tenido como fruto la paz, la verdadera paz, la que habita pro-fundamente en el corazón del peregrino y que le llena de alegría y luz, una paz que verdaderamente se proyecta al mundo. Es la paz que queremos traer ahora a nuestra Diócesis. Que el Apóstol Santiago interceda ante el Maestro, para que haga vivir plenamente a Matamoros.
El Camino de Santiago es una tradición de espiritualidad. Junto con Roma y Jerusalén es uno de los principales centros de peregrinación del mundo. Generaciones y generaciones de hombres y mujeres través de los siglos han dirigido sus pasos hacia Compostela para venerar los restos del Apóstol Santiago. Los frutos espirituales han sido abundantes, principalmente de conversión profunda y de unión entre naciones.
No es un camino fácil, pero sí bellísimo, tanto por el insuperable entorno natural y cultural por el que el peregrino avanza kilómetro a kilómetro hacia Santiago, como también por los procesos internos que el Espíritu Santo es capaz de suscitar en los corazones a lo largo de tantas horas esfuerzo y cansancio, de silencio y soledad, de encuentros y contemplación; asimismo es una experiencia de fraternidad, en la que peregrinos de todo el mundo se reconocen miembros de una sola familia, estrechándose profundos y sinceros lazos.
Los presbíteros Jorge Adalberto Villanueva Morales, Margarito Salazar Cárdenas, Rodolfo Castillo Elías y José Luis Cerra Luna, todos de la Diócesis de Matamoros, así como nuestro amigo Mario Villarreal, laico de Monterrey, hemos tenido el privilegio de injertarnos en este hermoso árbol de la más genuina tradición católica, participando de su riqueza. Seguramente cada uno de nosotros podría compartir muchísimas vivencias, pues el Camino es una experiencia profundamente personal; coincidimos, sin embargo, en algunos puntos: por un lado, el Camino nos ha unido como hermanos, miembros de una verdadera familia presbiteral, lo cual quisiéramos proyectar a todos nuestros hermanos sacerdotes y de alguna manera hacerles partícipes sus frutos; por otro lado, hemos tenido una intensión clara, caminamos ofreciendo nuestra peregrinación por la paz en nuestra Diócesis; hemos orado y hemos dado cada paso para “que la paz prevalezca en la tierra”, como decía un pequeño poste en Fisterre, la parte más occidental de Europa y muchos siglos considerado el final del mundo. Llegamos a Santiago de Compostela con la bandera mexicana y hemos abrazado la imagen del Apóstol también con ella.
Durante siglos el Camino de Santiago ha tenido como fruto la paz, la verdadera paz, la que habita pro-fundamente en el corazón del peregrino y que le llena de alegría y luz, una paz que verdaderamente se proyecta al mundo. Es la paz que queremos traer ahora a nuestra Diócesis. Que el Apóstol Santiago interceda ante el Maestro, para que haga vivir plenamente a Matamoros.
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